El Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) ha sido, desde su creación en 1956, un pilar fundamental para el desarrollo agrícola y tecnológico de la Argentina
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. A lo largo de más de seis décadas, esta institución pública ha impulsado la modernización del agro, combinando la investigación científica con la extensión rural para llevar conocimientos e innovaciones directamente al campo. En la provincia de Mendoza, el INTA tiene una presencia destacada, especialmente en sectores clave como la vitivinicultura, la fruticultura y la horticultura, contribuyendo al progreso productivo y a la adaptación al cambio climático en la región. A continuación, repasamos su historia, sus principales logros a nivel nacional y provincial, y algunas de las iniciativas más sobresalientes que han beneficiado al agro mendocino.
Breve historia y misión del INTA
El INTA nació el 4 de diciembre de 1956 mediante el Decreto Ley 21.680/56, con la misión de impulsar la investigación y extensión agropecuaria para mejorar la productividad y el desarrollo rural del país
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. Desde sus inicios, sus objetivos se orientaron a la innovación como motor del desarrollo nacional, integrándose al sistema científico-tecnológico argentino. A lo largo de su historia, el organismo ha mantenido un enfoque federal y descentralizado, con presencia en todas las regiones del país. Actualmente cuenta con una sede central y una amplia red de centros regionales (15 en total), seis centros de investigación, 52 estaciones experimentales y más de 400 unidades de extensión distribuidas en territorio argentino
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. Esta estructura le ha permitido atender las problemáticas de las diversas ecorregiones – desde la Pampa húmeda hasta Cuyo y la Patagonia – adaptando las soluciones tecnológicas a las necesidades locales. El modelo de trabajo del INTA se ha caracterizado por articular la investigación científica con la extensión hacia los productores, un rasgo distintivo que pocas instituciones en el mundo lograron consolidar de manera tan efectiva
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. Gracias a esta interacción, los investigadores pueden orientar sus agendas en función de problemas reales del territorio, mientras que las innovaciones generadas llegan rápidamente a quienes las necesitan. Este vínculo cercano con el campo ha ganado el reconocimiento tanto de productores como del público urbano: encuestas señalan que dos de cada tres productores agropecuarios valoran positivamente la labor del INTA, y la mitad de los argentinos en ciudades comparte esa visión
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. En suma, el INTA surgió para fortalecer la ciencia agropecuaria nacional y, pese a desafíos y contextos cambiantes, sigue siendo “un faro tecnológico” para el sector, en palabras de sus autoridades
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.
Aportes al desarrollo agropecuario nacional
A nivel país, el INTA ha protagonizado numerosos hitos que transformaron la agricultura argentina. Uno de sus logros emblemáticos fue la introducción y difusión de la siembra directa, una técnica de cultivo sin laboreo que revolucionó la producción de granos al reducir la erosión de suelos y mejorar la eficiencia hídrica
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. Asimismo, el instituto ha desarrollado e introducido nuevas variedades de cultivos que incrementaron rendimientos y diversificaron la oferta agrícola: más de 970 variedades vegetales han sido registradas por el INTA a lo largo de su historia, abarcando cereales, oleaginosas, frutales y hasta cultivos especiales (como un algodón de fibra extralarga o avena libre de gluten)
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. Estas innovaciones genéticas han contribuido a que Argentina se posicione como un productor agroalimentario competitivo y diversificado. Otro campo de contribución destacada es la sanidad y biotecnología agropecuaria. El INTA ha sido pionero en investigaciones para el control de plagas y enfermedades: por ejemplo, desarrolló el mapa genético de la chicharrita del maíz (una plaga del maíz) y logró secuenciar genomas de insectos, conocimientos que se traducen en semillas más resistentes y prácticas de manejo más sustentables
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. En cuanto a sanidad animal, la institución creó herramientas biotecnológicas de alto impacto, como vacunas y kits de diagnóstico. Un caso notable es la vacuna contra la leucosis bovina (enfermedad del ganado) y, mediante alianzas público-privadas, la vacuna Vedevax Block contra la diarrea viral bovina, que alcanzó proyección internacional mejorando la salud animal y la seguridad alimentaria
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. Estos desarrollos demuestran el rol del INTA como motor de innovación en múltiples eslabones de las cadenas agroindustriales, desde la genética vegetal y animal hasta las prácticas agronómicas y la incorporación de tecnología en el campo. No menos importante es la tarea del INTA en promover el desarrollo rural y la sustentabilidad. A través de programas de extensión rural y capacitación, ha acompañado a millones de productores y familias rurales en la adopción de mejoras productivas. Iniciativas como Cambio Rural (que organiza productores en grupos para innovar juntos con asesoramiento técnico) o ProHuerta (que desde 1990 impulsa la creación de huertas familiares y comunitarias para mejorar la seguridad alimentaria) han tenido alcance masivo en todo el país. De hecho, el INTA tiene presencia directa en más de 400 localidades y llega con sus acciones a unos 3 millones de personas en forma anual
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, ya sea brindando asistencia técnica, capacitación o insumos como semillas. Gracias a este trabajo territorial, se han logrado mejoras en la productividad de pequeños y medianos productores, desarrollo de emprendedores rurales y la difusión de prácticas más sostenibles ambientalmente.